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"Nuboleo"
Ángel Mira Verdú
Fecha:

25 Octubre / 22 Noviembre 2013

Descripción:

No descubro nada nuevo si digo que Alcoy es un pueblo inquieto, un pueblo que se mueve, que no se adocena ni se acomoda. Lo primero que sorprende al que viene de fuera es el furor emprendedor y creativo de su gente. Lo que también sorprende y vaya lo uno por lo que es, que siendo un hervidero de artistas, haya tan pocas fondas en Alcoy que los albergue. Nadie es profeta en su tierra pero cuando en una tierra como esta los profetas son de su legión, es aun más imperdonable la desidia o el olvido. De modo que es muy de agradecer que entidades como ésta, la Mutua de Levante, acoja en su casa con tanto cariño como altruismo a cualquier creativo que llame a su puerta. Cuando creíamos extinguido el mecenazgo siempre queda alguien que deja abierto un resquicio a la esperanza. Mil gracias por hacer las veces de tabla de salvación, gracias por vuestro inédito desprendimiento y por el celo y el interés y las ganas que ponéis a cada muestra.

Ahora, en esta rueda de los agasajos que ofrenda la Mutua, le toca el turno a Ángel Mira junto con Luis Sanus, Raúl Ferrer, Samuel Ruiz y Raül Botella, tristemente ido pero palpablemente presente, sobre todo esta noche,

le dieron un milagro. Fueron capaces de unir lo disperso, de coser la noche al día, de casar temperamentos con madrugadas. Es difícil aliarse, armonizar espíritus y gestos. El milagro se llamó “La Nómada”, grupo artístico para mí tan mítico, por qué no, como pudieran serlo “El Paso”, “El jinete azul” o “El equipo Crónica”. Porque no hay nada tan susceptible de convertirse en mito que un grupo de artistas con ganas de comerse el mundo y aún de cambiarlo.

Recuerdo con bastante nitidez la mañana en que conocí a Ángel. Caían chuzos de punta de luz blanca bajo las claraboyas del estudio, en la Casa del Pavo. Ángel dijo, haciendo alusión a “La Nómada”.

-Hicimos mucho ruido.

Y lo clavó, porque esa es la esencia, el clavo y la canela. El artista ha de hacer ruido, mucho ruido, tanto ruido como pueda. El artista, con su ruido, ha de ser capaz de acabar a navajazos de óleo, tinta, pentagramas, escenarios, bambalinas, luz de flexo y candilejas con esa asesina de gorriones que es la mediocridad ambiente, la mendacidad en carne viva. El artista ha de hacer tanto ruido que sea capaz de hacer callar al cardo para que hable la flor. Hay que hacer ruido para que cunda el pánico de la sensibilidad de los pinceles. Hay que hacer ruido para que los labios, de una vez, dejen de ser espadas, para que se instale la cordura y la razón de ser de los mundos nuevos. Hay que hacer ruido para que la sensibilidad acabe con la burocracia de los instintos y los egoísmos y la vesania y que la maldad a manos llenas acabe claudicando ante la sombra digna de una forma, de un sonido, de una corchea, de una noche de insomnio, papel y lapicero.

Mil felicidades, Ángel y te animo a ti y a todos los artistas en general a que sigáis haciendo ruido, tanto, tanto ruido, que entre todos acabéis con esta conjura de necios en que se ha convertido el mundo.

Carlos Merchán Martín

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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