del 18 de junio al 24 de julio
Sobre el lienzo en blanco se dibujó irremediablemente el paso del tiempo, corrían los años ochenta. Tiempos de risas, insolencia, ambición, ingenuidad y anárquico ingenio, pero también de arte y de oficio.
Y sobre el lino de nuestra existencia, entre pinceles, olor a trementina, humor y amor al arte, se esbozó el inicio de una amistad.
Decía Eduardo Galeano “Somos libres de inventarnos a nosotros mismos. Somos libres de ser lo que se nos ocurra ser”. Miguel Ángel se inventa y se reinventa constantemente, crea su mundo y cree en su mundo; domina la linea, el trazo suelto y libre como su imaginación y nos deleita con su divertida creatividad. Pero su capacidad inventiva va más allá y más acá, pues nos puede transportar a un pretérito arte de sombría pincelada, veladuras y colores quemados, como llevarnos de la mano -prolongación de su pincel- a otros planetas de seres extraños y alienígenas, adentrándonos en un pop muy particular.
En estos tiempos, donde se apremia la primera capa, lo que se ve, lo superfluo, como un barniz que preserva el interior, Miguel Ángel nos muestra en su obra, justo lo contrario, el tejido intrínseco, el pigmento de lo esencial, la pincelada de su verdad, eso si, con naturalidad, sin tapujos, sin complejos, tal y como es, tal y como quiere ser.
Manolo Granado
